“Nihilismo” no es un término bien definido en el imaginario popular o la tradición filosófica (Joyce 2013). Se ha tildado de nihilista a la postura existencial de que la vida no tiene propósito o significado (asociada a autores como Camus), a la postura política de que no se debería imponer ningún límite o autoridad que controle el comportamiento (identificada con algunas escuelas del anarquismo) y a las distintas posturas de primer orden que critican radicalmente a la moral hegemónica en la sociedad (atribuidas a autores como Nietzsche o Marx).

[insertar como lectura recomendada “Error Theory, History critique Defense” de Jonathan Olson]

El siguiente artículo no se ocupará de ninguna de estas posturas. Este texto estará centrado en el nihilismo como una postura metaética, la cual entró en escena en la filosofía analítica tras la publicación del libro de John Mackie Ethics: Inventing Right and Wrong (1997). En la primera sección, se expondrán las tesis básicas del nihilismo moral y se discutirán algunos de los problemas en torno a su interpretación. En la segunda, se explicará la premisa conceptual que las teorías del error toman como punto de partida. Luego, en las siguientes tres secciones, se discutirán los 3 argumentos más importantes en favor de la postura (el argumento de la rareza, el argumento del desacuerdo y el argumento de la explicación moral). Finalmente, en la sexta sección, se discutirán las distintas posturas disponibles para el nihilismo sobre qué hacer con el lenguaje moral una vez que se ha decidido que este es falso.

Nihilismo moral, teoría del error (Mackie)

El nihilismo moral, según John Leslie Mackie, es una postura metaética según la cual no existen los valores objetivos. Mackie identifica que el discurso moral tiene un compromiso esencial con una prescriptividad objetiva puesto que da por supuesta la existencia real de los valores morales. Mackie considera que el lenguaje moral falla sistemáticamente al presuponer como verdadera la existencia de valores morales en tanto objetividades esencialmente prescriptivas. En ese sentido, Mackie define su postura como una teoría del error. Esta puede ser reconstruida con la forma de un argumento de dos premisas:

  1. Si no existen hechos objetivamente prescriptivos, entonces nuestro discurso moral es sistemáticamente falso (premisa conceptual)
  2. No existen hechos objetivamente prescriptivos (premisa metafísica)

 / Nuestro discurso moral es sistemáticamente falso (teoría del error)

Para sustentar su tesis, desarrolla dos argumentos: el argumento de la relatividad y el argumento de la rareza, los cuales se discutirán en los siguientes apartados. 

¿Cuáles son las características de la teoría del error de Mackie? , Mackie sostiene que su postura metaética también podría llamarse “escepticismo moral” o “subjetivismo moral”. Sin embargo, el autor se preocupa por delimitar muy bien estas etiquetas para que no se confunda su postura con otras posturas metaéticas. En primer lugar, Mackie sostiene que no es un escéptico moral de primer orden, cuyo punto de vista rechaza una determinada normativa moral. Él, más bien, está asumiendo una postura de segundo orden, según la cual discute el estatus de los valores morales, la naturaleza de la evaluación moral y dónde y cómo estos valores encajan en el mundo (Mackie, 1977, p. 16). En ese sentido, Mackie es un escéptico moral ontológico y no un escéptico moral epistemológico. En segundo lugar, él también se distancia de lo que se suele entender coloquialmente por subjetivismo moral, postura según la cual los juicios morales son equivalentes a los reportes de los propios sentimientos o actitudes del hablante, y de cualquier tipo de subjetivismo moral de primer orden, según la cual los valores morales varían de acuerdo a lo que cree cada persona (Mackie, 1977, p. 17, 18). El subjetivismo de Mackie, en cambio, no ofrece una teoría del significado de las oraciones morales de la manera que lo hace la otra versión de subjetivismo moral. Su subjetivismo es, más bien, un no-objetivismo respecto a los valores morales. En resumen, hay dos afirmaciones principales en la postura metaética de Mackie. Primero, su escepticismo es ontológico, no epistemológico: sostiene que no hay entidades morales que existan independientemente de nuestras mentes (Mackie, 1977, p. 18). Segundo, su doctrina es negativa, no positiva (i.e., afirma aquello que no es y no aquello que es): sostiene que los valores o entidades morales no son objetivos (Mackie, 1977, p. 18). 

Ahora bien, ¿cuál es exactamente la conclusión de la teoría del error de Mackie? Existen por lo menos dos interpretaciones. En principio, puede sostenerse que Mackie cree que todos los juicios morales sonsin excepciónfalsos debido a que ninguno de ellos satisface la condición de ser objetivamente prescriptivos. Esta es la lectura estándar defendida por autores contemporáneos como Garner (1998), Joyce (2001) y Olson (2014). En segundo lugar, una lectura más moderada de Mackie podría sostener que su crítica únicamente tiene como blanco a la existencia de valores morales objetivos (independientes de la mente humana). Si esto fuese correcto, la tesis de Mackie sería compatible con teorías metaéticas anti-realistas, tales como el constructivismo moral o el relativismo moral. Crucialmente, estas posturas anti-realistas creen que sí existen juicios morales verdaderos, solo que estos dependen de las convenciones sociales o de las actitudes evaluativas de quien los formula. En este sentido, es probable que los desacuerdos acerca de cómo interpretar a Mackie se deben a que este utiliza diversos nombres para referirse a su postura, muchos de ellos con un significado ambiguo.

Anti-realismo moral: Una familia de posturas que niegan al realismo moral. Todas comparten con Mackie “la creencia en la existencia de valores objetivos no forma parte de una visión realista plausible del mundo” (Brink. 1984: 112).

Escepticismo moral (epistémico): Postura epistémica que no se pronuncia sobre la existencia de hechos morales objetivos. Esta versión del escepticismo moral cree que el conocimiento es posible, pero que no tenemos ninguna forma de saber si lo tenemos o no.

Escepticismo moral (primer orden): Postura que afirma que la moral establecida en la sociedad es falsa. Debido a que prescribe un curso de acción, esta postura pertenece a la ética normativa -o de primer orden en términos de Mackie- y no a la metaética. Un ejemplo de escepticismo moral de primer orden se encuentra en la siguiente historia:

Saoúl Kripkedopolus vive en la sociedad guerrera de Esparta. En Esparta, es moralmente obligatorio para un padre hacer sufrir a sus hijos con el fin de endurecerlos para hacer de ellos grandes soldados. Sin embargo, Saoúl siente una enorme empatía y cariño por su hijo, por lo cual decide que las máximas morales establecidas por su sociedad están equivocadas. Saoúl es ahora un escéptico moral (de primer orden), pues tiene una moral propia que va en contra de lo establecido por su sociedad.

No-cognitivismo: Postura metaética que sostiene que los juicios morales no expresan proposiciones,  por lo cual no pueden ser verdaderos ni falsos. Esto contrasta con la teoría del error, la cual sostiene que los juicios morales expresan proposiciones y apuntan a la verdad, pero sistemáticamente no dan al blanco. Por ello, sostiene que todo el dominio del discurso moral es sistemáticamente falso. 

Escepticismo moral (Teoría del error): La conjunción de la postura metafísica de que no existen hechos morales objetivamente prescriptivos y la postura conceptual de que nuestro lenguaje moral los presupone. La teoría del error es solo una postura negativa acerca de lo que no son los juicios morales, pues no pretende explicar qué son o cuál es su origen. 

Tampoco debe confundirse la teoría del error con la postura burda de que todas las oraciones morales son falsas. Si esta fuese la postura de Mackie, se produciría un número indeterminado de oraciones morales verdaderas. Considérense estos ejemplos:

  • SI:
  1. No es el caso que torturar cachorros por placer es moralmente reprochable = F

ENTONCES:

1.1. Torturar cachorros por placer es moralmente reprochable = V

  • SI:
  1. Si torturar cachorros por placer es moralmente reprochable, entonces ayudar ancianos en necesidad es moralmente encomiable = F

ENTONCES:

2.1. Si torturar cachorros por placer es moralmente reprochable, entonces ayudar ancianos en necesidad es moralmente reprochable = V

  • SI:
  1. Torturar cachorros por placer es moralmente reprochable si y solo si ayudar ancianos en necesidad es moralmente encomiable = F

ENTONCES

3.1. Torturar cachorros por placer es moralmente reprochable si y solo si ayudar ancianos en necesidad es moralmente reprochable = V

Debido a dificultades como esta, la mayoría de autores interpretan a Mackie como si estuviese restringiendo la falsedad de los juicios morales sólo a los juicios atómicos (Joyce 2016).

Considérese el siguiente par de oraciones:

  1. Alimentar a los hambrientos es moral= F
  2. Robar no es moral = V

Mientras que 4 afirma que alimentar a los hambrientos posee una propiedad falsa, 5 niega que robar cuente con una propiedad falsa. Por ello, 4 es falsa mientras que 5 es verdadera. El mismo principio aplicaría al siguiente par de oraciones:

  1. Alimentar a los hambrientos es inmoral= F
  2. Robar no es inmoral = V

¿Es esto problemático? A primera vista, parece incompatible aseverar que robar no es moral y que robar no es inmoral. De acuerdo con la respuesta estándar, la teoría del error no es diferente en este aspecto con cualquier otro dominio de discurso falso. 

Considérese entonces el dominio del discurso del catarismo, una herejía cristiana del siglo XII. Según el catarismo, la siguiente disyunción excluyente es verdadera: 

  1. Todo es sagrado o demoníaco. 

Para cualquiera que sostenga 8, creer que algo no es sagrado implica creer que es demoníaco y viceversa. Sin embargo, para un ateo nada es sagrado y nada es demoníaco. Por ello, no es una contradicción para un ateo aseverar que algo es no demoníaco y tampoco sagrado. Al igual que el ateo, el teórico del error no tiene ningún problema en aceptar que nada es moral y tampoco inmoral. ¿Es la analogía con otros dominios de discurso falsos satisfactoria? La respuesta estándar de la teoría del error cuenta con detractores y la pregunta acerca del dominio del discurso del nihilismo moral continúa en discusión (Kalf 2018).

La premisa conceptual de Mackie

Es crucial notar que la interpretación de Mackie sobre el significado de las expresiones morales es compatible con la versión más ambiciosa del realismo moral. Mackie está de acuerdo con el realismo en que el lenguaje moral versa sobre elementos del mundo a los que se les asigna determinadas valoraciones (Mackie, 1977, p. 22). Asimismo, Mackie considera que los análisis sobre los significados de conceptos morales son verdaderos en tanto que explicitan estándares evaluativos aplicables a cosas reales, esto es, criterios y pautas que establecen cualidades que se espera que los particulares cumplan (Mackie, 1977, p. 26). De esa manera, puede darse un estado objetivo de cosas en el que determinados especímenes son considerados mejores porque instancian las características estipuladas por un criterio o una pauta evaluativa. Sin embargo, aunque tales juicios de valor impliquen dicha objetividad, los análisis lingüísticos y conceptuales no logran dar cuenta de la existencia objetiva de una propiedad específicamente prescriptiva y distinta a las demás propiedades medibles del mundo (Mackie, 1977, p. 27). Las preguntas lingüísticas o conceptuales de segundo orden aplicadas al ámbito de la moral no resuelven la incógnita sobre el estatus de aquello a lo que refieren los términos y expresiones morales (Mackie, 1977, p. 19).

Mackie presenta la premisa conceptual de su teoría de la siguiente manera:

“los juicios morales ordinarios incluyen una pretensión de objetividad, una suposición de que hay valores objetivos en el sentido en que me interesa negarlo. Y no creo que sea ir demasiado lejos decir que esta suposición ha sido incorporada en los significados básicos, convencionales, de los términos morales. Cualquier análisis de los significados de los términos morales que omite esta pretensión de prescriptividad objetiva intrínseca es incompleta en este ámbito; y esto es verdadero para cualquier análisis no-cognitivo, cualquier análisis naturalista, y cualquier combinación de los dos. Si la ética de segundo orden se limitara, entonces, al análisis lingüístico y conceptual, debería concluir que los valores morales son, al menos, objetivos […] Pero es precisamente por esta razón que el análisis lingüístico y conceptual no es suficiente. La pretensión de objetividad, aunque esté arraigada en nuestro lenguaje y pensamiento no es autovalidante. Puede y debe ser cuestionada.”  (Mackie, 1977, p. 35)

Es claro que, para Mackie, el lenguaje moral presupone algo que es falso y que dicha presuposición es esencial a los conceptos morales. No obstante, ¿qué quiere decir exactamente Mackie cuando dice que algo es esencial  o parte del significado de los términos morales? 

Joyce lo interpreta en términos de una “propiedad de estatus no negociable” (2001, p. 3). Primero,  Joyce propone pensar en cómo decidiríamos si debemos traducir un término φ de una lengua desconocido como “moral”. Se tendría que listar las distintas propiedades que los hablantes de esa lengua asocian con φ y ver hasta qué punto coinciden con las que nosotros asociamos con “moral”. El estatus de muchas de estas propiedades será ambiguo, pero algunas claramente no negociables: por ejemplo, si el término φ solo es usado para hablar de animales marinos, jamás lo se traduciría como “moral”. De igual manera, Joyce cree que la objetividad prescriptiva es una propiedad no negociable de la moral: cualquier sistema de normas que no sea objetivamente prescriptivo no es un sistema moral. 

Entonces, ¿por qué es la objetividad prescriptiva tan importante? Joyce propone analizar cómo  y para qué se usa el concepto de moral (2007, p. 65). Primero, se alude a la moral para hacer demandas sobre los demás que no pueden ser ignoradas fácilmente -pues se usa prescriptivamente-. Segundo, nadie está exento del dominio de la moral, se puede recriminar a alguien por una trasgresión independientemente de lo que esa persona crea -pues se presupone objetividad por parte de esta-.  Por ello, Joyce cree que cualquier teoría moral no objetiva es absurda al “no capturar nuestra desiderata pre-teórica” (2016, p. 55). No se podría usar una moral relativa para muchas de las funciones indispensables del lenguaje moral.  No es que una teoría moral relativista sea una mala teoría moral, sino que no sería realmente una teoría moral. 

Usando la premisa conceptual, Joyce y otros nihilistas morales ponen a sus oponentes en un dilema. Por un lado, cualquier teoría objetivista  tendrá el desafío metafísico de justificar la existencia de hechos objetivamente prescriptivos. Por otro, cualquier teoría no-objetivista tendrá el desafío conceptual de explicar por qué la objetividad prescriptiva no es una propiedad indispensable de los conceptos morales. 

Argumento de la rareza (Mackie)

El argumento de la rareza de Mackie tiene dos aspectos: uno metafísico y otro epistemológico. El aspecto metafísico cuestiona la existencia de valores objetivos, porque serían un tipo de entidad muy rara. Aceptar su instanciación requeriría que admitamos como parte del mundo cualidades o relaciones de un tipo muy extraño, que serían completamente diferentes de cualquier otra cosa en el universo. Por otro lado, si fuera posible para nosotros conocer tales entidades extrañas, tendríamos que tener alguna facultad especial de percepción o intuición moral, que sea completamente diferente de nuestras formas ordinarias de conocer todo lo demás. El aspecto epistemológico está intrínsecamente relacionado con el aspecto metafísico.

Mackie observa que el intuicionismo y toda visión objetivista de los valores sustenta su validez en el hecho de que el lenguaje moral presupone que los valores tienen una existencia objetiva distinta al resto de objetividades empíricas que conforman al mundo. Este tipo de objetividad se caracterizaría por ser intrínsecamente prescriptiva. Mackie considera que la presuposición de que hay valores morales objetivamente prescriptivos es falsa. De ahí que denomine su postura como una teoría del error.

Un valor objetivo es una razón incondicional para 𝜙, que no depende de que 𝜙 contribuya a la satisfacción de algún deseo o inclinación de ningún agente (Mackie, 1977, p. 29). La evidencia empírica muestra que, cuando las personas discuten acerca de sus valores morales en conflicto, presuponen objetividad (e.g., discusiones acerca de la monogamia); de lo contrario, serían irracionales al pretender aceptación universal de sus valores. Asimismo, filósofos como Platón, Hume, Kant, etc. presuponen un realismo moral; por lo tanto, son objetivistas con respecto al valor. Entonces, nuestros valores morales tienen la característica esencial de ser prescripciones objetivas lo cual implica que: (1) existen independientemente de los agentes, y (2) motivan intrínsecamente a la acción moral. Sin embargo, para Mackie, sostener esto implicaría que las razones que nos proporcionan las prescripciones objetivas para actuar son independientes de nuestros deseos y propósitos, lo cual le parece una tesis poco verosímil. En otras palabras, para Mackie “la creencia en la existencia de valores objetivos no forma parte de una visión realista plausible del mundo” (Brink, 1984: 112), porque realiza una suerte de reducción al absurdo del realismo moral. Además, los juicios morales ordinarios y el significado convencional de las oraciones morales presuponen que los valores son, no solo objetivos, sino también no-naturales. Por ello, Mackie no se preocupa por analizar la teoría del significado de los objetivistas de valor, porque esta ya parte de una visión sesgada, sino que se ocupa del estatus ontológico de los valores morales, y encuentra que estas prescripciones objetivas son metafísicamente raras.

En resumen, contra cualquier argumento objetivista sobre el valor, Mackie afirma que, al negar la existencia de tales prescripciones objetivas, uno estaría negando que cualquier «elemento categóricamente imperativo sea objetivamente válido» (Mackie, 1977, p. 29). Cabe destacar que los argumentos metafísico y epistemológico no son argumentos independientes, sino que están vinculados: se apunta a una facultad cognitiva extraña (i.e., intuición moral) a partir de la postulación extraña de la existencia de propiedades morales. Por lo tanto, es la parte metafísica del argumento la cual sostiene la tesis nihilista de Mackie.

Argumento del desacuerdo (Mackie y Harman)

Mackie argumenta que la mejor explicación de estos fenómenos es que los juicios morales «reflejan la adhesión y participación en diferentes formas de vida» (1977: 36). Esto, al menos, es una mejor explicación que la hipótesis de que existe un ámbito de hechos morales objetivos a los que algunas culturas tienen un acceso epistémico inferior que otras. El ejemplo que utiliza Mackie es el de las opiniones morales divergentes de dos culturas con respecto a la monogamia. ¿Es realmente plausible, pregunta, que una cultura tenga acceso a los hechos morales con respecto a los arreglos matrimoniales, mientras que la otra carece de ese acceso? ¿No es mucho más probable que la monogamia se desarrolle en una cultura, pero no en la otra (por cualquier razón cultural o antropológica), y que las respectivas opiniones morales surgieron como resultado?

Según Mackie, el argumento de la relatividad apela a elucidar el dato empírico según el cual es evidente que existe una enorme cantidad de variación en los puntos de vista morales, y que los desacuerdos morales a menudo se caracterizan por un grado inusual de intratabilidad lo cual quiere decir que las opiniones morales varían de lugar en lugar, de tiempo en tiempo y de cultura en cultura, teniendo en cuenta que tal intratabilidad no se soluciona, simplemente, mirando al mundo. Este argumento, al ser factual, es decir, al darse efectivamente en el mundo en el que vivimos, debe de ser tomado en cuenta debido a que evidencia la variación entre creencias morales a lo largo de los distintos grupos humanos en el mundo y la respectiva intratabilidad en la solución de los desacuerdos morales, lo cual se puede evidenciar en el siguiente ejemplo:

En la sociedad occidental, sería inaudito el hecho de que un hombre pueda apedrear a una mujer hasta la muerte por el hecho de que esta le fue infiel, debido a que, las personas pertenecientes a tal sociedad consideran tal represalia como moralmente incorrecta. Sin embargo, para el Islam y las sociedades que se rigen por este código moral religioso, conciben como legítimo este modo de actuar e incluso lo justifican ante otros agentes morales que puedan tomarlo como incorrecto. De tal modo, este modo de represalia contra una mujer infiel es irreconciliable entre las culturas mencionadas, debido a que cada uno de los individuos de cada grupo humano concibe como moralmente correcto una acción opuesta.

A fin de superar esta objeción, los realistas morales podrían argumentar que existe un reino de hechos morales objetivos al que algunas culturas tienen acceso epistémico y otras no por lo cual, en el ejemplo, estos podrían afirmar que sea moralmente incorrecta la lapidación hasta la muerte de mujeres infieles es un hecho moral, de modo que solo algunas culturas ‘iluminadas’ tendrían acceso a tal hecho y, en consecuencia, culturas como la islámica no habrían tenido acceso al mismo. Sin embargo, esto resulta implausible. Por ello, Mackie va a proponer, a fin de superar la hipótesis anterior, que los juicios morales “reflejan la adhesión a y participación en diferentes formas de vida” (Mackie, 1977:36), la cual refiere a la diversidad de sociedades y culturas y, consecuentemente iría en contra del realismo, el cual se ve obligado a sostener la primera hipótesis a fin de defender su postura.

Del mismo modo, Gilbert Harman apela al relativismo, al postular que en la medida en que no existe un criterio objetivo para evaluar si un juicio moral es superior es imposible establecer una jerarquía entre sistemas morales, ya que la superioridad de uno sobre otro sería subjetiva. El argumento de Harman se sostiene de la siguiente manera: la valoración de todo juicio moral se efectúa desde un lugar y tiempo determinados. Así pues, una misma acción, como apedrear a una mujer infiel, puede resultar justificada o injustificada, dependiendo de a quién se le pregunte. En ese sentido, para evaluar un juicio moral necesito a priori un sistema de creencias en el que sustente el valor de dicho juicio, por lo tanto, no es posible emitir un juicio de forma objetiva porque dicho acto sería relativo. Por ejemplo, si un grupo de personas está sentado dentro de un vagón de un tren, ninguna de esas personas señalaría que alguna está en movimiento, pero si hubiese alguien fuera del tren mirando como este se desplaza a 80 km/h, este afirmaría con absoluta certeza de que ese grupo de personas se está moviendo a la misma velocidad que el tren. No podemos decir que alguno de los enunciados expresa más verdad que el otro, debido a que ambas respuestas son igual de ciertas, aunque como vemos depende de la perspectiva.

De esta manera, Harman sustenta su relativismo moral comparándolo análogamente al relativismo físico. Como vemos, no se trata de un relativismo radical que admite cualquier enunciado como verdadero, sino uno que admite más de una posible respuesta. En el ejemplo del tren, no se hubiese aceptado en ningún caso que alguien diga que las personas viajan a una velocidad más rápida que la luz, pero aún así se han admitido como válidos ambos enunciados. Entonces, la imposibilidad para desprendernos de un determinado punto de vista anula la objetividad para comparar sistemas morales. Una acción moral será buena o mala dependiendo siempre desde que sistema moral se califique y esto nos lleva a la conclusión de que no existen afirmaciones morales verdaderas ni falsas porque todo depende de un contexto determinado. No obstante, a partir de ello también es posible afirmar que dos posiciones distintas pueden discutirse dentro de un mismo sistema moral.

Argumento de la explicación moral (Harman)

Cuando se emite un juicio de valor, la explicación detrás de este es o verdadera o falsa. La propuesta del relativismo moral de Harman anula la posibilidad de una explicación verdadera o falsa porque la valoración de un sistema moral no siempre se da dentro del mismo sistema. Un juicio es verdadero o falso dependiendo del sistema desde el que se juzgue, por lo tanto, no existe una verdad o falsedad objetivas. Todas las explicaciones morales para nuestra conducta presentan un punto de referencia desde son emitidas, de modo que todo juicio moral es siempre subjetivo. No obstante, esto no anula la posibilidad de emitir un juicio valorativo sobre otro sistema moral.

En efecto, Harman no inválida los juicios externos a un sistema moral, sino que más bien nos advierte que debemos tener en cuenta las diferencias al hacerlo. Del mismo modo, aunque no es posible establecer de forma objetiva una jerarquía entre sistemas morales, no es una obligación admitir todos los sistemas, sino más bien mostrar tolerancia a la pluralidad. No se trata pues de imponerse a otros sistemas sino de ser conscientes de que uno elige una posición y está siempre será subjetiva.

Si bien es cierto, el argumento de Harman fomenta la tolerancia, también es importante señalar que es necesario siempre posicionarnos en un sistema moral para no admitir acciones condenables. Por ejemplo, la tolerancia no implica tolerar la intolerancia. Del mismo modo que en el ejemplo del tren no aceptaríamos en ese contexto que una persona viaja a una velocidad superior a la luz.

Ver Sección ‘Argumento de la rareza’.

Consecuencias prácticas del nihilismo moral

El nihilismo -o anti-realismo- moral indica que, en la medida que no hay hechos morales no puede existir juicios morales verdaderos, de modo que se concluye que todos los juicios morales han de ser falsos. Para los teóricos del error, esto importa, pues les permite afirmar que los juicios morales no versan sobre hechos objetivos a partir de los cuales puedan ser demostrados. Por su parte, el no-cognitivismo no tiene mayor interés en la cuestión de si existen o no hechos morales. Para el no-cognitivismo el lenguaje moral tampoco puede ser verdadero o falso, sino que este expresa actitudes, sentimientos o estados mentales que buscan influenciar el comportamiento de otros (Garner, 2007). Ahora bien, ¿qué se debería hacer con el lenguaje moral después de descubrir que es falso?  Existen dos posturas predominantes frente a esta pregunta: el abolicionismo moral y el ficcionalismo moral. Se procederá a discutir estas posturas en este apartado, al respecto, cabe señalar que tanto el ficcionalismo como el abolicionismo parten de la aceptación de la teoría del error de Mackie, pero difieren en sus consecuencias.

6.1. Ficcionalismo moral (Joyce)

Richard Joyce es un defensor del ficcionalismo moral. Joyce encuentra un problema en la aceptación de la presuposición de la existencia de verdades morales objetivas, puesto que la naturaleza de estas sería extraña como señala Mackie. Al respecto, propone no eliminar por completo el discurso moral, porque entiende que gran parte de él es vital para nuestro desarrollo social, de modo que suprimirlo supondría un cambio extremadamente radical. Así pues, surge una propuesta más moderada. El ficcionalismo supera el problema de la existencia de un criterio moral universal, tratando las entidades morales como si existieran, pero solo con fines prácticos. Así, se plantea el siguiente caso: un sujeto X se propone analizar el color y al finalizar concluye que el color, al ser un efecto provocado por la refracción de la luz, es una experiencia subjetiva y, por lo tanto, no es una propiedad del objeto como tal. A partir de ese análisis, este sujeto es consciente de que señalar el color de un objeto es, cuando menos, cuestionable; sin embargo, no renunciará a sus conocimientos sobre los colores, porque tienen una utilidad práctica, de modo que continuará emitiendo juicios sobre los colores de los objetos.

A partir de lo anterior, es importante señalar que no se trata de una discusión sobre el lenguaje, es decir, sobre la idea de que algo no está bien definido. El ficcionalismo tiene un objetivo más pragmático. La definición del color en el caso anterior no estaba en cuestión, sino que se asumió por un instante como cierta para superar las dificultades que ella misma presenta para fines útiles. En efecto, el nihilista no debe de dar una semántica, pero esto implicaría que es una visión incompleta del lenguaje moral. Siguiendo una versión sumamente fuerte de la postura de Mackie, este podría ser visto como un Nihilista Moral, es decir, como un filósofo que sostiene que nada es moralmente incorrecto, comprometiéndose así con la no existencia de valores morales. Es posible colocar la propuesta de Joyce dentro de la misma categoría, aunque cabe recordar que este trata la moral como una ficción conveniente, lo que podría verse representado en la enseñanza que está detrás de una fábula.

6.2. Abolicionismo moral (Garner)

Garner (2007) -abolicionista moral- es consciente de que la idea de abolir la moralidad suena, de entrada, problemática y puede generar reticencia entre quienes la oigan, pues se suele tener una visión positiva de los efectos de la moralidad en las relaciones humanas. Así, el autor espera demostrar cómo la moralidad y el lenguaje moral son, en realidad todo lo contrario a lo que se atribuye por los ficcionalistas. La conclusión a la que llega el abolicionismo moral es exactamente la opuesta a la que llega el ficcionalismo moral. Mientras que el ficcionalismo sugiere mantener el lenguaje moral; el abolicionismo recomienda abandonar el lenguaje moral. En este sentido, Garner señala que el ficcionalismo tiene dificultades y que, a pesar de que se afirme sobre el lenguaje moral en vista de fines prácticos como una ficción conveniente, crea una suerte de ‘cultura del engaño’ que Garner rechaza. De este modo, el autor busca exponer las razones por las cuales habría que dejar de lado el ficcionalismo así como razones que presenten al abolicionismo como una opción más atractiva y consecuente. 

Mientras que el ficcionalismo defiende su opción de mantener el lenguaje moral sosteniéndose en que este es muy útil y cumple funciones importantes en las relaciones humanas; el abolicionismo se presenta como una opción razonable en tanto cree todo lo contrario, esto es que moralidad es sumamente problemática  y busca defender que la abolición de la moralidad tendría consecuencias positivas para la vida del sujeto tanto a nivel individual como a nivel colectivo: en sociedad. El abolicionismo moral sostiene que las creencias en torno a la objetividad de la moralidad humana tienden a generar conflictos, pues es característico del lenguaje moral afirmarse como criterio último y universalmente válido (Garner, 2007, p. 500). Esto se evidencia en cómo muchas disputas morales de primer orden son irreconciliables, pues se asume que responden a principios objetivos sobre lo que está bien o no, de modo que ninguna de las partes en conflicto cede en beneficio de la otra. Un ejemplo de ello son las discusiones sobre qué estatus – y, por lo tanto, qué trato- le corresponde a la vida humana como la pena de muerte, el aborto o la eutanasia

La defensa de Garner parte de la refutación de las dos razones que Mackie (1977) -defensor de la teoría del error- presenta para mantener el lenguaje moral aduciendo a su utilidad. Estas son las siguientes:

A: Es más probable que las personas respeten prácticas sociales importantes (reconocimiento del derecho de propiedad, cumplir las promesas y acuerdos, etc.) si se apoyan en la moralidad como fundamento de las mismas

B: Cuando la gente cree que hay criterios objetivos para decidir respecto de lo que está bien o mal es más fácil racionalizar las decisiones y sanciones sobre leyes y derechos (Garner, 2007, p. 501)

Garner (2007) señala, en principio, que no es posible saber cuál es el rol que las consideraciones morales tienen al momento de decidir por un determinado curso de acción en lugar de otro. De este modo, en relación a A, indica que es posible incentivar o promover determinados comportamientos y prácticas por otros medios además de un vínculo con consideraciones morales. Por ejemplo, pueden promoverse ciertos patrones de comportamiento por medio de educación por el respeto y empatía, sanciones estrictas para quienes actúen de modos que se consideren perjudiciales para la vida en sociedad, publicidad con celebridades que inviten a las personas a actuar de cierta manera y una amplia gama de mecanismos cuya influencia en el comportamiento sea, en realidad, evidente. Luego, respecto a B, el autor afirma que, en vista de que es imposible saber con exactitud la influencia de las consideraciones para actuar de un modo u otro, bien podría ser el caso que las consideraciones morales jueguen un rol no significativo en la toma de decisiones. Asimismo, de ser el caso que las consideraciones morales tengan un rol relevante en esta toma de decisión, afirma que la moralidad es lo suficientemente flexible como para servir de justificación a cualquier acción que un sujeto sea propenso a realizar (Garner, 2007, p. 501). Es decir, el discurso moral puede alterarse en función a los fines que se desee justificar; por ejemplo, un discurso moral puede alterarse con el objetivo de ser útil a los fines que un gobierno de turno tenga, consecuentemente, el mismo discurso puede servir para legitimar sanciones o actitudes que el gobierno decida calificar como inmorales en función a sus intereses. En este sentido, Garner se pregunta, ¿cuál es la utilidad de la moralidad si es tan fácilmente moldeable a los intereses de quien detente la autoridad o poder suficientes para establecer las reglas de juego?

A partir de todo ello, el abolicionismo moral sostiene que cuando un asunto adquiere un carácter moral, este tiende a volverse más confuso y tenso. La resolución de conflictos parece más plausible si se les quita la connotación moral y se toman en términos de un conflicto de intereses, en lugar de un conflicto de valores fundamentales para todo un sistema de creencias. Esto debido a que -retomando la idea inicial del nihilismo moral- en tanto no hay hechos morales, es decir, criterios objetivos a los cuales apelar en el discurso moral, cualquier argumento que coloque un valor moral p como criterio último de decisión puede ser confrontado por otro argumento que coloque un valor moral ¬ p; entonces, el problema radica en que ambos argumentos están al mismo nivel y, como se señala al inicio de la sección 6, no hay ningún método que indique con suficiencia por qué uno ha de ser elegido por encima del otro. 

Hasta este punto, Garner (2007) hace una crítica al ficcionalismo moral. Tómese como ejemplo el debate en relación al aborto. A muy grandes rasgos, el conflicto es el siguiente y se presentará en términos de las posturas X y Y.

postura X: Privilegia el derecho del embrión a desarrollarse y continuar una vida como persona: derecho a la vida

postura Y: Privilegia el derecho de la madre a determinar qué sucede o no con su cuerpo: derecho a decidir

Un abolicionista moral diría que este debate estaría más cerca de ser solucionado si se colocara en términos de un conflicto de intereses respecto a cuál de los derechos se debe de privilegiar y por qué. Como crítica al ficcionalismo moral, señalaría que tanto la postura X como la postura Y se han comprometido a tal punto con la ficción moral que sus argumentos implican que caen en defensas autoritativas. En otras palabras, si bien los juicios morales no tienen valor de verdad, las posturas X y Y actúan y plantean sus defensas como si el lenguaje moral pudiese realmente ser verdadero o falso. Para Garner (2007), el factor moral desvirtúa el debate a tal punto que la atención de quienes participan se desvía por completo del meollo del asunto y se orienta a aspectos secundarios (p. 502). 

Si bien Mackie (1977; 1980) no se afirma a sí como un abolicionista, es decir, no llega a concluir que haya que eliminar el lenguaje moral, sí identifica ámbitos en que la moralidad es contraproducente a los fines que se le suelen atribuir, como el bienestar general, la solución de conflictos, entre otros. Así, Mackie señala que es menos probable que la moralidad genere conflictos si es que esta es comprendida del modo adecuado; es decir, que sea entendida como una invención, una ficción o una proyección de estados mentales, de este modo, las personas estarían menos inclinadas a modificar su conducta en base a justificaciones morales. Muy por el contrario, el abolicionismo cree que, de darse la circunstancia de que la moralidad sea entendida correctamente, esta quedaría en desuso o, en un peor escenario, sería utilizada de forma más perversa y tendría efectos incluso peores que los que ya se han identificado.

En conclusión, el abolicionismo moral reconoce que difícilmente se llegue a una respuesta final y definitiva en torno a si la preservación de la moralidad -y, por ende, también del lenguaje moral- genera más beneficios o problemas. No obstante, parte del trabajo del abolicionista moral es mostrar cómo, en realidad, la moralidad genera muchos más problemas que los que se suele admitir -por parte de quienes abogan por la preservación del lenguaje moral como ficcionalista u otras variantes de teóricos del error- incluso en ámbitos o materias en que se espera que la moralidad sirva como punto de partida para la resolución de los mismos. Asimismo, se busca aclarar que un mundo en el que la moralidad sea dejada de lado no implica el caos o un contexto en el que impere el desorden, muy por el contrario, un mundo privado de moralidad aún conserva derechos legales, derechos civiles y toda la gama de libertades y deberes convencionales que ya están institucionalizados y regulados por las entidades correspondientes (Garner, 2007, p. 503). Es claro que el hecho de que estén institucionalizados y regulados no es una garantía de que todas las personas respeten estas pautas de conducta; sin embargo, no hay indicio de que el vínculo con la moralidad suponga un incentivo para el cumplimiento de deberes y respeto a los derechos. Un abolicionista moral podría remitirse, incluso, a incontables ejemplos en que el factor moral ha llevado a complejizar asuntos a tal punto que la posibilidad de resolución se hacía cada vez más lejano; al respecto, puede pensarse en los recurrentes conflictos sociales entre moralidades seculares y religiosas. En el mismo sentido y en relación a lo ya expuesto, un abolicionista moral abogaría por la resolución de dichos asuntos en términos de un conflicto de intereses en lugar de una disputa entre sistemas morales que son, más bien, irreconciliables. 

Luego, cabe señalar también que el abolicionismo moral es consciente de que se está muy lejos de prescindir del lenguaje moral en términos colectivos, es decir, como sociedad. Asimismo, Garner (2007) coincide con las observaciones de Richard Joyce y Peter Singer (p. 505) de que existe ya un hábito de evaluar asuntos del día a día en términos de lenguaje moral. Esto es que, incluso si se tratara de evitar el lenguaje moral en función a las complicaciones que trae consigo, esto es que, internamente, el sujeto continuaría haciendo evaluando las acciones bajo clasificaciones de bueno y malo: de este modo, se señala una suerte de nihilismo inconsistente (Joyce, 2001). A ello, Garner responde que, si bien es muy probable que ya estemos habituados al pensamiento y lenguaje moral, todo hábito es modificable en vistas de mejoras de las calidad de vida y relaciones humanas; así, pone como ejemplo otros hábitos humanos que fueron, inicialmente, funcionales, pero que se han dejado de lado porque dejaron de serlo como la territorialidad y la agresividad.

Es preciso señalar que si bien existen dificultades que quedan superar para instaurar el abolicionismo moral como práctica colectiva, puede practicarse individualmente procurando minimizar lo más posible el uso del lenguaje moral y actitudes autoritativas en torno a la moralidad (Garner, 2007, p. 511). Asimismo, indica que, para aquellos teóricos del error que ya se hayan convencido a sí mismos de la falsedad de los juicios morales, esta práctica debería de ser más fácil. Y, por último, la práctica a nivel individual del abolicionismo moral, cree Garner, debería hacernos notar que nada se pierde propiamente una vez abandonado el lenguaje moral; esto es que -excluido el lenguaje moral- no está limitada nuestra capacidad de expresar emociones, aprobación, actitudes y, en general, la habilidad comunicativa.

Conclusión

El nihilismo moral cuestiona todas las creencias de los agentes sobre lo que es moralmente incorrecto, siendo tal argumentación, una técnica argumentativa interesante en tanto le impida, a cualquier opositor, plantear algún contraargumento sin cometer la falacia de petición de principio, la cual se produce cuando la proposición por ser probada se incluye de manera implícita o explícita entre las premisas. En otras palabras, las explicaciones que ofrecen los nihilistas morales sobre las creencias morales de los agentes logran, de algún modo, predecir que estos últimos se basarán en tales creencias para la objeción del nihilismo. En un ejemplo práctico, esto se vislumbraría de la siguiente manera:

Teniendo en cuenta que, según el nihilismo moral, nada es moralmente incorrecto, entonces no sería incorrecto torturar cachorros por placer. Por lo tanto, de acuerdo a lo expuesto, alguien que objete el nihilismo moral debe ser capaz de descartarlo para que sea justificada su creencia según la cual es moralmente incorrecto torturar cachorros por placer. En un argumento lógico, esto se vería de la siguiente manera:

Dados:

T: Es moralmente incorrecto torturar cachorros por placer.

O: El Nihilismo Moral es objetable.

m: Miguel (agente moral que cree T).

P1: m no tiene justificación para creer O.

P2: m justifica que [T implica O]

P3: Si m está justificado en creer que T, y que T implica O, entonces m está justificado en creer O.

C: Por lo tanto, siguiendo P1 y P3, m no está justificado en creer T

Este mismo argumento puede ser utilizado, vale destacar, en cualquier otro caso sobre alguna creencia moral particular. Entonces, este argumento es general en tanto puede abordar cualquier creencia moral por lo cual no sería justificable (por el argumento visto) argumentar contra el nihilismo moral a partir de creencias morales comunes a pesar de que estas puedan parecer obvias ni tampoco importaría qué tan bien se unan estas con las creencias de los agentes sobre el mundo.  Asimismo, parece ser que el nihilismo moral es una posición es consistente y significativa debido a las objeciones esbozadas por Mackie, los cuales nos conducen a seguir esta postura o alguna otra de corte antirrealista. Por ello, un punto crucial a favor del nihilismo moral radica en que, por un lado, no se puede descartar el nihilismo moral y, por el otro, que cualquier creencia moral necesita un cierto tipo de justificación, teniendo en cuenta que una forma de establecer tal justificación sería señalar una posibilidad contraria a tal creencia tal como el nihilismo moral, el cual aún no se descarta.

Bibiografía

Brink, David O. (1984). Moral Realism and the Sceptical Arguments From Disagreement And Queerness. Australasian Journal of Philosophy Vol. 62, No. 2.

Garner, R. (2007). Abolishing Morality. Ethical Theory and Moral Practice 10(5), pp. 499-513. http://www.jstor.com/stable/40602545

Harman, G. (1975). “Moral Relativism Defended”. The Philosophical Review 84(1), pp. 3–22

Harman, G. (1996). “Moral Relativism,” En: Gilbert Harman and Judith Jarvis Thomson: Moral Relativism and Moral Objectivity. MIT Press 1996, pp. 1-64

Joyce, R.  (2001). The Myth of Morality. Oxford University Press

Joyce, R. (2008). The Evolution of Morality. MIT Press

Joyce, R. (2016). Essays in Moral Skepticism. Oxford University Press

Joyce, R. (2016). Moral Anti-Realism» The Stanford Encyclopedia of Philosophy Edward N. Zalta (ed.)https://plato.stanford.edu/archives/win2016/entries/moral-anti-realism

Joyce, R (2013). Nihilism. The International Encyclopedia of Ethics. Wiley-Blackwell. 

Olson, J. (2017). Error Theory: History, Critique, Defense. Oxford University Press

Kalderon, M. (2005). Fictionalism in Metaphysics. Clarendon Press.

Kalf, W. (2018). Moral Error Theory. Palgrave Macmillan. 

Mackie, J. L. (1977). Ethics: Inventing Right and Wrong. Penguin Books.

Mackie, J. (1980), Hume’s moral theory. Routledge and Kegan

Links a otros recursos

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