El realismo moral es una posición metaética cognitivista, que versa entre el naturalismo y el no naturalismo. Esta posición defiende que las oraciones morales expresan proposiciones que describen el mundo de manera objetiva. En este sentido, el realismo moral considera que las propiedades bueno y malo son propiedades independientes de la mente. En otras palabras, ello quiere decir que cuando se predica de algo el ser bueno o malo,

  • la generosidad es buena
  • robar está mal
  • ser empático es bueno

Tales predicados se remiten a una propiedad independiente de la mente. De este modo, el realismo naturalista considera que la propiedad de bueno es una propiedad natural. Por otra parte, el no-naturalismo o antinaturalismo sostiene, precisamente, lo contrario: que la propiedad de bueno es una propiedad, mas no una propiedad natural. Uno de los referentes más importantes del no-naturalismo es G.E. y su defensa de la indefinibilidad de bueno en el Argumento de la Pregunta Abierta. Más allá de la discusión sobre si el bien es o no una propiedad natural, el realismo tiene como consecuencia que el determinar si un acto está bien o mal no dependen de los estados mentales de las personas, sino que se puede determinar objetivamente (Suikannen, 2015).

Ahora bien, en esta sección, se expondrán las diferencias entre el realismo moral naturalista y el realismo moral no naturalista y se verán las posiciones que tienen Peter Railton, Sharon Street y David Copp al respecto. Se añadió párrafo de la anterior bitácora puesto que se consideraba apropiado.

1. ¿Qué es el realismo moral? (Railton)

Railton, sin embargo, tiene una visión propia de lo que constituye este espacio conceptual. Él está a favor de una forma de realismo moral. Según Railton, el realismo moral es un espacio conceptual multidimensional puesto que diversas tesis morales a las que se les ha calificado como realistas han desarrollado diferentes problemáticas pertenecientes a diversos ámbitos teóricos y prácticos (Railton, 1986, p. 164). Por ejemplo, para que el realismo moral pueda sostener que los juicios morales son capaces de verdad o falsedad, es inevitable recurrir a herramientas epistémicas. De esa manera, el realismo moral podría definir la objetividad moral sirviéndose de los beneficios que conlleva una teoría de la verdad cognitiva. Por otro lado, una teoría moral realista tiene que ser formulada de modo que dé cuenta de si la objetividad moral a la que se refieren los juicios morales se relaciona o no con la objetividad natural, y en caso de que sí, si es una relación reduccionista o no. Además, se tiene que explicar si las objetividades morales son hechos empíricos o propiedades sui generis, y de qué manera se relacionan con los estados mentales de los individuos. En cuanto al carácter normativo de la objetividad moral, el realismo moral tiene que dar cuenta de si las razones para actuar tienen una fuerza vinculante categórica o universal, o si depende de circunstancias particulares o condiciones psicológicas. Por otro lado, el realismo moral también tiene que pronunciarse respecto de los criterios de evaluación de juicios morales, esto es, de los parámetros con los que determinar la verdad o falsedad de aquellos. 

Respecto a los aspectos mencionados, Railton considera lo siguiente:

    • Los juicios morales pueden tener valores de verdad en un sentido no epistémico, es decir, en un sentido de verdad distinto al de las creencias justificadas.
    • Las propiedades morales son objetivas, aunque relacionales.
    • Las propiedades morales supervienen a las propiedades naturales: aunque sean diferenciables, las primeras dependen de las segundas e incluso pueden ser reducibles a ellas. Por ejemplo, un estado mental no es lo mismo que un estado neurológico, pero sin este último, el primero no puede darse. Entonces, mientras que las propiedades naturales pueden existir sin estar vinculadas con propiedades morales, estas últimas necesitan supervenir a las primeras para poder existir.
    • La investigación moral es del mismo tipo que la investigación empírica, es decir, se basa en la experiencia y la observación.
    • No se puede saber a priori si los juicios morales son bivalentes (verdaderos o falsos) o no, ni qué tan exactamente pueden evaluarse.
    • Tenemos razones para pensar que sabemos bastante sobre moralidad, pero también para pensar que las moralidades actuales, de cierta manera, están equivocadas, y que podrían estar equivocadas de manera general.
    • Aunque un agente racional no tenga razones para obedecer los imperativos morales, estos aplican a él de todos modos.
    • Si bien existen criterios generales de evaluación moral (e.g. derechos humanos), por la naturaleza de estos criterios, es probable que ningún tipo de vida sea apropiado para todos los individuos, ni ningún conjunto de normas sea correcto para todas las sociedades ni para todos los tiempos.

    En síntesis, el realismo moral es una postura metafísica sobre el estado natural de la moral y las afirmaciones sobre ese ámbito. En primer lugar, el realismo moral sostiene la existencia de hechos morales y proposiciones morales, y que ellos son objetivos. De esa manera, se le caracteriza a esta visión como metafísica dada la consideración sobre una naturaleza particular de la moral. En segundo lugar, podemos contrastar esto con los otros puntos de vista que son distintos como los no-objetivos o los antirrealistas y al hacerlo estamos diferenciando y caracterizando al realismo moral (Brink 2010 – 14).

2. Distinguiendo entre realismo naturalista y realismo no-naturalista (Railton, Street y Copp)

Como se señalaba en la introducción, el realismo moral es la postura metaética que las propiedades morales como bueno son independientes de una mente que las piense y que, por lo tanto, el hecho de que algo esté bien o mal no se ve influenciado por la opinión que una persona pueda tener de dicha acción. Esto es que si alguien tiene una consideración de tipo  mentir está mal, la verdad o falsedad de dicha consideración no se basa en el sistema de creencias de un grupo que pueda justificar que mentir esté bien o mal, sino que ello puede determinarse objetivamente (Suikkanen, 2015, p. 167). 

Sin embargo, si bien las diferentes versiones de realismo moral tienen en común el definir a las propiedades morales como independientes de su teorización y de la evidencia que se tenga de ellas en las creencias morales, no hay acuerdo respecto de la naturaleza de dicha independencia ni tampoco de las modalidades de relación con otro tipo de propiedades, tales como las físicas o naturales (Brink, 2010, p. 22). Por ejemplo, el intuicionismo de las tres primeras décadas del siglo XX concebía la independencia objetiva moral como radicalmente discontinua respecto de los hechos empíricos naturalistas afirmando su carácter sui generis (Brink, 2010, p. 3). Por otro lado, una postura realista podría definir las propiedades morales en términos naturalistas mediante una relación reduccionista (Brink, 2010, p. 9). De este modo, la diferencia fundamental entre el realismo naturalista y el no-naturalista es sobre si la propiedad de bueno es o no una propiedad natural (Suikkanen, 2015).

Del lado del no-naturalismo, se encuentran autores como Moore [anclar link] y Copp que consideran que para que una propiedad sea una propiedad natural este debe de cumplir con las siguientes características:

  1. poder ser observada empíricamente
  2. poder ser estudiada científicamente
  3. poder ser la causa de algún efecto

Ahora bien, entre no-naturalistas, hay quienes defienden un utilitarismo ético como es el caso John Stuart Mill y G.E. Moore -influenciado por el primero-. Así, Moore y Harman se inclinan por una interpretación del asunto en que consideran a las propiedades morales como únicas en su especie. Harman, por su parte, argumenta esto apelando a que las propiedades morales no son necesarias cuando se trata de dar explicaciones causas. Cuando se trata de dar cuenta por situaciones de injusticia -ejemplo paradigmático de uso de lenguaje moral-, Harman cree que estas siempre pueden explicarse en términos de propiedades naturales, sin que sea necesario el uso de lenguaje moral. Por dar un ejemplo particular, si los trabajadores de una fábrica entran en huelga, esto no se tiene que explicar necesariamente apelando a una situación de injusticia que estos viven. Por el contrario, puede explicarse en función a propiedades naturales básicas, como sueldos bajos, falta de medidas de protección contra accidentes, restricción práctica de derechos laborales y un largo etcétera que puede dar una explicación con suficiencia sin recurrir al lenguaje moral.

Luego, el naturalismo considera que la propiedad de bueno puede ser analizada de ese modo y, sobre todo, que las propiedades de ser bueno y malo tienen consecuencias en el mundo. De ese modo, Brink -que es un naturalista no reduccionista- postula una tercera manera de definir la existencia de propiedades sin necesidad de comprometerse con postulados reduccionistas que hagan peligrar el carácter distinto de la normatividad respecto de la causalidad física. De tal manera, Brink habla de una relación de superveniencia (Brink, 2010, p. 9). En este aspecto, Brink coincide con Railton.

 

3. Realismo naturalista: del interés objetivo a la moralidad objetiva (Railton)

El realismo moral de Railton vincula el carácter normativo de la objetividad moral con el ámbito empírico utilizando una estrategia naturalista que borra la distinción tradicional entre valor y hecho (Railton, 1986, p. 163, 166). Como primer paso, Railton refuta que el estatus epistémico y ontológico de los juicios de valor sea diferente al de los juicios de hecho (Railton, 1986, p. 166).

3.1. Estatus epistémico de los juicios de valor y los juicios de hecho

Los argumentos que buscan demostrar la oposición epistémica entre hecho y valor suelen apelar a la supuesta diferencia de comportamiento frente a evidencia racional o científica que muestran los juicios de hecho y los juicios de valor  respecto de un tema en discusión (Railton, 1986, p. 166). Mientras que las disputas concernientes a propiedades naturales o físicas se resuelven rechazando los juicios que no concuerdan con la evidencia, los conflictos en cuestiones valorativas permanecen siempre abiertos. Este argumento presupone que la racionalidad es esencialmente instrumental lo cual significa que la elección definitiva de un determinado juicio por sobre otro solamente es posible cuando no hay creencias valorativas en conflicto involucradas. 

Sin embargo, Railton entiende que la racionalidad instrumental no opera únicamente de manera inductiva, es decir, considerando determinadas experiencias exclusivamente a la luz de creencias ya adquiridas, sino también respecto de la posesión de ciertos deseos y aspiraciones (Railton, 1986, p. 167). Esto quiere decir que la evaluación de motivos de acción convenientes a determinados fines deseados también motiva la formación de nuevas creencias valorativas que se ajusten para la ocasión. Por otro lado, Railton sostiene que incluso en la elección de una teoría científica sobre otra (un juicio de hecho donde aparentemente solamente hay criterios objetivos), los juicios de valor cumplen un rol determinante (e.g. preferir la simpleza sobre la complejidad). Tomando en cuenta lo dicho, no hay diferencia entre los juicios de hecho y los juicios de valor, porque en ambos casos interviene algo más que la razón instrumental: sistemas de valores. Entonces, Railton subraya que para todo tipo de discusión, ya sea que trate de cuestiones de hecho como de valor, la condición de posibilidad es que se presuponga algún sistema de valores

Railton considera que Hume presenta un diferente argumento epistémico. Este argumento sostiene que la moralidad es esencialmente práctica lo cual implica que si las propiedades morales existieran, tendrían que proporcionar necesariamente razones para actuar moralmente a todos los seres racionales independientemente de sus deseos particulares (Railton, 1986, p. 168). En contraste, las propiedades no-morales, como las de la ciencia o la lógica, no tienen la capacidad de impulsar  a la acción (fuerza categórica) en concordancia con las verdades que expresan e independientemente de los deseos del agente. La racionalidad instrumental no sería compatible con la existencia de hechos morales. 

Si bien una noción normativa o evaluativa implica una valoración hacia un determinado modo de actuar, eso no quiere decir que el agente racional que comprenda tal valoración tenga una razón instrumental para actuar conforme a ella independientemente de sus deseos y fines. Entonces, la evaluación moral entendida como la capacidad de comprender nociones valorativas e identificar los elementos a los que se les aplica dichas nociones, no determina por sí sola la motivación racional, esto es, el convencimiento de que determinada acción es la más efectiva para un determinado fin deseado (Railton, 1986, p. 168).

Para aclarar esto, Railton plantea el caso del bribón cauteloso, individuo capaz de reconocer como injustos los hechos inmorales (como robar, mentir, etc.) y de entender que los valores morales proporcionan razones para actuar de acuerdo con ellos y, sin embargo, no sentir la motivación de ajustar su comportamiento a dichos parámetros. De esa manera, el bribón cauteloso decidiría robar, mentir, etc. (Railton, 1986, p. 169). Entonces, de acuerdo a Railton, se debe distinguir entre el conocimiento de los valores asignados a diferentes elementos del mundo y el aplicar criterios de evaluación al momento de decidir qué acción tomar (Railton, 1986, p. 170). Esto implica que la justificación epistémica de las propias creencias en convenciones valorativas es externa respecto de la motivación para actuar de una determinada manera que el agente pueda generar eventualmente ante circunstancias cambiantes (Railton, 1986, p. 171).

En conclusión, Railton sostiene que los juicios morales o juicios de valor no tienen una fuerza particular que motive inevitablemente a actuar en concordancia con lo que estipulen. Por lo tanto, no existe una distinción epistemológica entre estos juicios respecto de los de hecho. 

3.2 Estatus ontológico de los juicios de valor y los juicios de hecho

En relación a la distinción ontológica, Railton sostiene que los hechos morales no son sui generis, sino que están constituidos por hechos naturales; por lo tanto, los hechos morales también presentan una interacción causal y su investigación, así como la empírica, estudia sus mecanismos causales.

Existe una estrategia general para establecer postulados que consiste en plantear la existencia de un reino de hechos en virtud de su contribución a explicaciones a posteriori de determinados hechos de nuestra vida. Así como se postula la existencia de un mundo externo para explicar la coherencia, estabilidad e intersubjetividad de la experiencia sensorial, el realista moral postula la existencia de propiedades morales en virtud de su función explicativa en los eventos morales de nuestra experiencia. En cualquier caso, esta estrategia tendrá éxito solo si la realidad postulada tiene las dos siguientes características:

  • Independencia: El postulado existe y tiene determinadas características independientemente de si creemos en ello o no y de las razones que tengamos para hacerlo.
  • Retroalimentación: Somos capaces de interactuar con este postulado, y esta interacción ejerce influencia y control en nuestras percepciones, pensamientos y acciones.

Estas dos características permiten que los postulados del realista moral desempeñen un papel relevante en la explicación de nuestra experiencia, que no puede ser reemplazado sin pérdida explicativa para la concepción que tenemos de nosotros mismos o del mundo.

[falta completar el argumento ontológico]

Ver Sección ¿Qué es el realismo moral?

4. El dilema darwiniano del realismo: a favor (Street)

¿Podría el origen de nuestras creencias morales revelar que el realismo moral es falso? Existe una larga historia de argumentos genealógicos que buscan eliminar o reducir nuestra confianza en una creencia señalando de sus orígenes históricos, psicológicos o biológicos. Por lo general, los argumentos genealógicos parten de una premisa causal que sostiene que φ es la explicación de nuestra creencia en ψ  y una premisa epistémica que sostiene que φ  no rastrea la verdad (Kahane 2011:106). Crucialmente, los argumentos genealógicos son  argumentos epistémicos, no pretenden establecer una conclusión metafísica sobre lo que existe en el mundo sino una conclusión epistémica sobre el grado de justificación con el que cuenta una creencia.

En la siguiente sección discutiremos el argumento genealógico de Sharon Street presentado en “Un Dilema Darwinista para las teorías valorativas realistas” (2006). El objetivo del argumento de Street es sostener que la mejor explicación sobre los orígenes biológicos de nuestras actitudes evaluativas es incompatible con la posibilidad de que podamos conocer hechos morales objetivamente verdaderos. Nótese que el argumento de Street está exclusivamente dirigido hacia el realismo moral: Street no suscribe el nihilismo moral, puesto que cree que su teoría constructivista de corte anti-realista puede sobreponerse al dilema darwinista.

Introducción al desafío: Realismo vs Anti-Realismo

Para Street, una teoría realista sobre la moral debe sostener que existe menos una verdad o hecho evaluativo que sea cierto independientemente de nuestras actitudes evaluativas. Es decir, cualquier teoría realista está comprometida con que la moral es independiente de la mente. Street emplea las siguientes definiciones:

Verdad evaluativa: X es una razón  normativa para efectuar el acto Y, X es algo que vale la pena hacerse o que se          encuentra justificado.

Actitudes evaluativas: deseos, tendencias irreflexivas a aprobar o desaprobar alguna experiencia X, considerar consciente o inconscientemente que una experiencia X es una razón en contra o a favor  de efectuar una acción Y.

El anti-realismo moral –suscrito por Street- es definido como la familia de posturas metaéticas que sostienen que la verdad de los juicios evaluativos depende de nuestras actitudes evaluativas. Así, el anti-realismo postula que la verdad de toda proposición moral es dependiente de la mente. No hay tal cosa como razones categóricas para un anti-realista: las razones que tienen las personas para actuar dependen enteramente del conjunto de actitudes evaluativas que tienen.

Presentación del Dilema Darwinista

¿Cómo puede explicar un realista moral la relación entre los dos siguientes elementos?

  1. Las influencias evolutivas que moldearon  nuestras actitudes evaluativas actuales.
  2. Las verdades morales objetivas que defiende el realismo moral.

Por un lado, si el realista afirma que no existe ninguna relación entre estas dos, entonces caerían en el completo escepticismo, ya que no habría ninguna forma de explicar nuestro  acceso epistémico a las verdades morales objetivas. Por otro lado, si el realista afirma que existe una relación entre las presiones evolutivas que moldearon a nuestras actitudes evaluativas y las verdades morales objetivas (i.e. la selección natural favoreció que podamos comprender estas verdades) estaría defiende una postura que es científicamente insostenible.

Premisa empírica: la influencia de la evolución en moldear nuestras actitudes evaluativas

Obviamente hay un gran número de factores no biológicos que contribuyen a la articulación de un juicio moral completo (por ejemplo, las costumbres de la sociedad en la que vive una persona). La posición de Street es que lo que ha sido seleccionado son disposiciones pre-reflexivas para sentir que algo nos motiva a buscar cierto resultado o nos demanda que no actuemos de una manera. Lo único que Street necesita para su argumento es sostener que la selección natural ha tenido un rol muy significativo en seleccionar ciertos rasgos claves en los cuales se basan nuestros juicios evaluativos completos. La relación de dependencia debe ser tal que si las presiones evolutivas hubiesen sido distintas, nuestras actitudes evaluativas serían radicalmente diferentes.

Un pasaje de Darwin ilustra muy bien la idea detrás del condicional que Street necesita para su premisa empírica:

“Si los hombres hubiesen sido criados en exactamente las mismas condiciones que las de una abeja en un panal, no habría ninguna duda en que las mujeres solteras pensarían, como las abejas, que su deber sagrado es matar a sus hermanos, y las madres buscarían matar a sus hijas fértiles; y nadie pensaría jamás en interferir”( 1871:102)

¿Qué razones tenemos para creer la premisa empírica? Por un lado, Tener ciertas actitudes evaluativas en vez de otras tiene un enorme costo evolutivo. Por ejemplo, sería catastrófico para una especie tener el rasgo de creer que la automutilación recreativa es intrínsecamente deseable. Del mismo modo, es increíblemente beneficioso para el éxito reproductivo tener criaturas que le den gran valor a la auto preservación y al cuidado de sus crías.  Por otro lado, un breve vistazo a los patrones de juicios evaluativos que se repiten en distintas épocas y culturas muestra que curiosamente todos guardan una estrecha relación con el éxito reproductivo.  Por ejemplo, sentimos una obligación mayor de ayudar  a nuestros hijos que a desconocidos, nos parece obvio  que el hecho de que algo dañe nuestro cuerpo es una razón para no hacerlo, pensamos  que el hecho de que  alguien haya cooperado con nosotros es una buena razón para juzgarlo positivamente. Existe una superposición enorme entre el conjunto de actos que estamos dispuestos a valorar y el conjunto de actos que maximizan la probabilidad de que nuestros genes se perduren.

¿Qué evidencia empírica sostiene a la hipótesis? Si bien se mencionan a una serie de mecanismos evolutivos plausible (selección de parentesco, mutualismo, altruismo recíproco), Street es cuidadosa de no comprometer a su argumento con alguna teoría específica sobre la evolución de la moral. Resalta que no necesita que ninguna de nuestras teorías actuales sobre los mecanismos por los cuales  evolucionó la moral sea correcta, solo necesita que a grandes rasgos exista una relación de dependencia entre presiones evolutivas y actitudes evaluativas.

Primer cuerno del dilema: negar la relación

De tomar esta vía, el realista vería a  la selección natural cómo una influencia que distorsiona a nuestras actitudes evaluativas, las cuales no tienen ninguna relación con las verdades morales. El problema con esta alternativa es que el realista no tiene forma de explicar cómo somos capaces de acceder a verdades morales con aparatos cognitivos que no fueron diseñados para captar nada semejante a ellas. Si bien podemos aprehender conceptos sumamente abstractos de las matemáticas y en la física, estos provienen de habilidades más básicas para contar y manipular objetos que sí fueron seleccionadas por la evolución.

Si el realista cree que podemos alcanzar verdades morales sin tener ningún tipo de facultad para acceder a ellas, está siendo tan incrédulo como quien “quiere llegar a Bermuda pero vas a dejar que el curso de tu bote sea determinado exclusivamente por el viento y la marea” (Street 2006:121). No solo sería altamente probable que un número enorme de nuestras actitudes evaluativas actuales produzcan juicios morales falsos, sino que el realista no tendría ningún tipo de criterio para poder filtrar los juicios morales que han sido distorsionados por la evolución de los que rastrean exitosamente a la verdad moral. Por supuesto, el realista puede decir que nuestras actitudes evaluativas sí coinciden en gran medida con las verdades morales por cuestión de azar, pero sería el más improbable de todos los milagros. La conclusión más plausible sería que no tenemos ninguna capacidad para distinguir a las verdades de las falsedades morales y abrazar el más radical de los escepticismos.

Segundo cuerno del dilema: afirmar que hay una relación

La otra opción para el realista es sostener una versión de la Tesis del Rastreo. Dicha tesis sostiene que las presiones de la selección natural están rastreando a las verdades evaluativas, de modo que nuestras disposiciones pre-flexivas fueron seleccionadas para acercarnos a las verdades  evaluativas. Por ejemplo, Derek Parfit afirma que “fuimos seleccionados para la racionalidad, la cual consiste mayormente en nuestra capacidad para responder a razones” (2011: 515)  Contrariamente, el anti-realista debe de sostener una versión de la Tesis del Nexo Adaptativo. Esta última  considera nuestras actitudes evaluativas fueron seleccionadas solo porque incrementaban el éxito reproductivo. Por ejemplo, una reacción reflejo es un emparejamiento entre el estímulo de tocar algo caliente y la respuesta de retirar la mano. De igual modo, una actitud evaluativa puede ser nada más que el emparejamiento de un acto (ser ayudado por la persona β) y una reacción (ser recíproco con la persona β). Street cree que hay dos razones por las cuales la Tesis del Nexo Adaptativo tiene más poder explicativo que la Tesis del Rastreo.

En primer lugar, la Tesis del Nexo Adaptativo puede explicar porque los juicios evaluativos de las personas corresponden con actitudes que maximizan el éxito reproductivo. La Tesis del Rastreo no tiene cómo explicar estos patrones, especialmente tiene problemas para explicar conductas como nuestra mayor disposición a ayudar a personas de nuestro propio grupo y sentir menos empatía por quienes pertenecen a grupos diferentes. Así,  la Tesis del Nexo Adaptativo es más parsimoniosa debido a que es capaz de encontrar una unidad dentro de un conjunto de actitudes que parecen ser completamente dispares bajo la Tesis del Rastreo.

En segundo lugar, la Tesis del Rastreo no tiene ninguna explicación acerca de por qué en el caso de la moral se seleccionaría un rasgo en virtud de rastrear a la verdad. En el caso de la evolución de nuestros sentidos, es claro que un rasgo que no rastree la verdad tendría consecuencias catastróficas para el éxito reproductivo (por ejemplo, no veríamos a los depredadores). Lo mismo no parece aplicar al caso de nuestras actitudes evaluativas. ¿Por qué un juicio evaluativo tendría que tener la propiedad de corresponder con una verdad evaluativa para que maximice nuestro éxito reproductivo? Toda la evidencia que dispones acerca de cómo funciona la evolución indica que la selección natural no toma en consideración el rastreo de la verdad cuando este es irrelevante para aumentar el éxito reproductivo.

¿Cómo puede el anti-realismo sobreponerse al dilema darwinista?

El anti-realista cree que todas las verdades evaluativas son dependientes de la mente, por lo cual decir que  φ es una razón para que el agente ψ haga λ depende enteramente de las actitudes evaluativas del agente ψ bajo equilibrio reflexivo. El agente ψ puede equivocarse sobre φ si cuenta con información imperfecta o no ha tomado en consideración a el conjunto de sus actitudes evaluativas, pero no hay tal como que ψ tenga una razón φ para hacer λ que sea totalmente independiente de sus deseos e intereses.  Si esta teoría es correcta, entonces las actitudes evaluativas son anteriores a las verdaderas evaluativas. Por ejemplo, mentir es malo solo porque nosotros valoramos decir la verdad y seguiríamos creyendo lo mismo bajo equilibrio reflexivo.

¿Cómo respondería un  anti-realista al dilema darwinista? Street cree que la ventaja del anti-realismo sobre el realismo recae en que el primero no se ve forzado a comprometerse con ninguna teoría científica implausible sobre los orígenes de la moral. El anti-realista puede aceptar sin problemas el segundo cuerno del dilema, La Tesis del Nexo Adaptativo y cualquier otra explicación causal sobre los orígenes de la moral que presenten nuestras mejores teorías científicas.  El realista se ve forzado a explicar nuestro acceso epistémicos a verdades evaluativas pre-existentes, por lo cual siempre tendrá que catalogar cualquier influencia natural sobre nuestras actitudes evaluativas como una fuerza distorsionadora o como un proceso que rastrea la verdad. Contrariamente, el anti-realista puede explicar la relación entre verdades evaluativas y actitudes evaluativas tan solo con una tesis metaética (en vez de una tesis empírica): los valores son algo que emerge de las actitudes evaluativas.

Para el anti-realista, la selección  natural no distorsionó ni rastreó verdades morales, sino que las inventó. La evolución le otorgó a los seres humanos la capacidad de valorar cosas y fue recién raíz de esa capacidad que se crearon verdades evaluativas acerca de aquello que es valorado.

5. El dilema darwiniano de Copp

David Copp critica la explicación de Street acerca del dilema que enfrentan los realistas al estar de acuerdo con la hipótesis darwiniana. Este piensa que la objeción de Street hacia el realismo moral naturalista no es muy buena, ya que es posible escapar al dilema darwiniano. Copp propone un escape a los realistas. Así, este argumenta que los realistas que aceptan la hipótesis darwiniana, no necesitan aceptar la tesis de seguimiento si quieren evitar un resultado escéptico. Sin embargo, estos deben adaptar la otra tesis si es que aceptan una hipótesis darwiniana. Asimismo, esto también se podría dar de manera inversa. En ese sentido, el dilema darwiniano no sería causa de un callejón sin salida para el realismo moral naturalista. Sin embargo, podría pensar en objeciones a este dilema desde otra perspectiva. Así, Copp introduce la teoría moral centrada en la sociedad, la cual demuestra que no hay ningún riesgo para el realismo moral, que se siga del desafío darwiniano. Entonces, para este, el argumento más que basarse en el mismo dilema darwiniano debería basarse en objeciones más cercanas a la teoría centrada en la sociedad.

6. ¿Dónde se encuentra la diferencia con el no-cognitivismo? (Fin de Siècle)

El realismo moral sostiene que los hechos morales son parte de la realidad e independiente de la mente. Los hechos morales son “objetivos” porque no están formados por los sentimientos, opiniones o conceptos de los sujetos.  Además, para el realismo moral, el lenguaje es una representación de lo que observamos. Así, un enunciado moral confirma la existencia y veracidad de un hecho moral, proponiendo una relación unívoca entre el lenguaje y el significado. En este sentido, para el realismo moral decir que existen hechos morales objetivos equivale a decir: Existen personas y acciones que son, en términos objetivos, buenas, honestas, perversas etc. (virtudes y vicios) y acciones que, objetivamente deberían realizarse.

Por tanto, los enunciados morales, para el realismo moral, tienen contenido proposicional. Por el contrario, el no cognitivismo plantea que los enunciados morales no tienen contenido proposicional por tanto no son susceptibles de ser verdaderos o falsos. Porque, para el no cognitivismo, los enunciados morales no se corresponden a los hechos ni son afirmaciones descriptivas, es decir, no tienen condiciones de verdad.  Los enunciados morales, para el no cognitivismo, tienen la función de expresar actitudes o emociones, o prescribir normas o reglas (Devitt, 2003).  Así, los no-cognitivistas niegan explicaciones realistas sobre la naturaleza de la realidad moral. Por ejemplo, en la expresión “María es honesta”, los no cognitivistas lo interpretan como la expresión de una emoción o actitud.

Por otro lado, el realismo moral no hace uso de las funciones del lenguaje o de teorías del significado para sostener sus postulados. Por el contrario, el no cognitivismo apela a teorías del significado y las funciones del lenguaje para explicar las características de los enunciados morales.  Por ejemplo, el emotivismo y el prescriptivismo (teorías no cognitivistas) explican el uso descriptivo y dinámico del lenguaje o los imperativos para explicar las funciones de los enunciados morales.

 Así, el no cognitivismo busca capturar el sentido de lo expresado ​​por medio de términos evaluativos a través de palabras como ‘bueno’, ‘correcto’. Por el contrario, el realismo moral tiene como objetivo localizar esas propiedades del discurso sobre la bondad. El no cognitivismo está buscando la semántica de «bueno», esto lo hace evaluando el vocabulario moral, mientras que el realista moral está buscando caracterizar lo bueno, es decir que hace a algo bueno o correcto, ya que estos son hechos morales de la realidad.

Conclusión

El realismo moral sostiene que los hechos morales son parte de la realidad e independientes de la mente del sujeto (Suikkanen, 2015).  La fórmula del realismo moral es “existen hechos morales objetivos”. El valor moral pertenece a los objetos independientemente de las creencias de los sujetos. Sin embargo, se debe decir que las propiedades morales son independientes aunque relacionales con el agente, quien tiene ciertos compromisos y fines.

El realismo moral asume que los hechos morales son parte del mundo natural. Los hechos morales supervienen (dependen con respecto) a los hechos naturales. Así, aunque existe una jerarquía de niveles de hechos (naturales o morales), cada uno de los cuales es autónomo hasta cierto punto, los morales recaen sobre los hechos naturales, especialmente en los hechos psicológicos y sociales.  

Adicionalmente, el realismo moral plantea que las afirmaciones morales describen la realidad. Por ello las proposiciones tienen contenido que pueden tener valor de verdadero o falso. Además, el conocimiento de los hechos morales se obtendría de modo semejante al conocimiento de otros hechos naturales, es decir a través de la investigación empírica.

Bibliografía

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Devitt, M.  (2004). Realismo moral: una perspectiva naturalista. ARETÉ Revista de Filosofía, 16(2), 185-206.

Kahane, G. (2011). Evolutionary Debunking Arguments. Nous, 45 (1), pp. 103-125.

Mackie, J. L. (1977). Ethics: Inventing Right and Wrong. Penguin Books.

Moreso, J.J. 2018, “Realismo moral”, Enciclopedia de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (URL: http://www.sefaweb.es/realismo-moral/)

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Suikkanen, J. (2015). This is Ethics: An Introduction. Wiley, Blackwell.

Links a otros recursos

Sayre-McCord, G. (2017) «Moral Realism», The Stanford Encyclopedia of Philosophy  Zalta E. (ed.):  <https://plato.stanford.edu/archives/fall2017/entries/moral-realism/>.

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